Esta primera parte del año me ha enseñado, una vez más, que la cabeza me puede jugar muy malas pasadas. Que mi discurso interno no es para nada bonito (¿el de quién lo es?). Que una cosa es el “síndrome de la impostora” y otra muy distinta, “ser la impostora”.
Estoy en un bar. Me vine a trabajar con una copa de vino. Muy romántico todo, aunque la realidad es otra. Tengo trabajo pendiente. Como siempre. Pero necesitaba creerme por unos segundos una escritora a la que escribir se le es fácil. Spoiler alert: nunca ha sido mi caso. Aunque Joan Didion nunca fue rápida para escribir y saber eso me hizo sentir un poco menos mal conmigo. Porque si Joan Didion escribía lento, entonces todas podemos… ¿no?
Sentada en un rincón del bar me imagino como Milena Busquets, escribiendo en un bar de Cadaqués o Lucía Be, con sus columnas hacia el universo tan tragicómicas como la vida misma. La verdad es que cuando las leo me dan ganas de escribir. Quizás porque quiero escribir como ellas. De una forma tan personal. Tan íntima. Tan… la vida me supera, pero aquí sigo, escribiendo.
En un mundo ideal e imaginario, escribo columnas y vivo -holgadamente- de ellas. Pero también pienso en lo que me cuesta escribir. Que la página en blanco es terrible, y que nunca tengo nada interesante que decir (y si lo publico, la gente se dará cuenta).
Soy una persona muy grave. De pequeña me decían “vieja chica” y seguramente tenían toda la razón del mundo, aunque no recuerdo haberme comportado así de pequeña. Tan seria. Tan grave. Ahora soy consciente de lo difícil, casi imposible para mí que es disfrutar. El disfrute viene colgado de miedos y culpas. ¿Alguna vez se van?
Quiero tener la soltura de poder reírme de mí. Escribir, sin grandes dramas, y ya está. Contar que de niña era una enamoradiza y que a día de hoy sigo construyendo castillos en el aire.
Este es mi segundo post. Lo escribí mientras bebía una copa de vino blanco en un bar e intentaba escribir un artículo para el trabajo.
No terminé el articulo y el vino me dio alergia así que tuve que volver a casa.
Y ahora estoy en mi cama, con sueño, pensando si publico o no este post. Que, la verdad, no dice nada. Solo un montón de ideas un poco inconexas y palabras que pasan por mi mente dispersa. ¿Es necesario publicar esto? Puede que no. Pero, ¿por qué no? Si ya soy “una impostora”, ¿qué es lo peor que puede pasar?
Qué brutal, querida, tengo tantas cosas que comentar jaja, y decirte desde el fondo de mi corazón que me he sentido exactamente igual. Todo lo que describes, al pie de la letra. Sabes qué me consuela? Este afán de escribir y sentir que "no somos capaces" es algo que le sucede a todos los escritores. Y sobre todo, a las escritoras. El salto cuántico ya está hecho, porque lo das en estos pequeños gestos. Al momento de dudar si publicar el post o no, y elegir el botón "publicar": ese es tu triunfo. Dudo que el éxito sea otra cosa que una vida llena de momentos así. Atrevimiento. Con vergüenza, con pena, con miedo, con vino y sin vino, con trabajo pendiente y también en vacaciones, con amor y sin amor... Hay un talento evidente en tu escritura, me emocionó tanto leerte que se me hizo agüita la garganta (la Gra premenstrual hace lo suyo también ya te digo xd). Al igual que en tu post anterior quedo con ganas de más!!! Pero te entiendo, te entiendo perfectamente, la vida corre y una detrás de ella. Que sepas que soy tu fan y espero el próximo post con anhelo 💜
PD: una amiga el otro día me dijo: estoy recibiendo lo que mi discurso interno dice de mí. Antes de pedir, tengo que ser mi primer fan.
Me ha encantado! Y claro que escribes de una forma súper personal e íntima! 😍
Muy desde dentro y con sinceridad y eso atraviesa al otro. Porque al final todos somos humanos y nos pasan un poco las mismas cosas..
Bravo por ti! Por estas auto-terapias tan necesarias y por compartirlo, porque leerlo también sana. Gracias ❤️ Eres-lo-más 😘